Me topé con este poema gracias al libro “La vida: Un diagrama de explosión” de Mal Peet, donde vimos como al soldado Metz y a su muchacho se les agotó el tiempo.
Me imagino que allá por los años 1600, el melancólico y probablemente poco agraciado poeta Andrew debía competir contra soldados u hombres ricos por los favores de alguna bella dama, y ante la falta de otros recursos, acude a su imaginación y al argumento “Carpe diem” para convencerla.
En algunas de las frases al inicio el tono es ligero, pero conforme avanza se vuelve más oscuro. Me pregunto si esta combinación de líneas épicas con el sentido de urgencia le sirvieron de algo.
Andrew Marvell
A su esquiva amada
De tener tiempo y mundo suficientes,
no sería delito tu recato.
Dónde ir pensaríamos, sentados,
y en pasar nuestro amor en largo día.
Tú, en las riberas índicas del Ganges
en busca de rubíes; yo, sollozando
en las ondas del Humber. Te amaría
desde diez años antes del Diluvio:
y rehusar podrías, si quisieseis,
hasta la conversión de los judíos.
Mi vegetal amor se extendería
más vasto que un imperio y más despacio.
Unos buenos cien años yo daría
para alabar tus ojos y tu frente,
doscientos adorando cada pecho:
y quizá treinta mil en cuanto resta.
Mil años, por lo menos, cada parte,
si al fin tu corazón se me mostrase.
Pues, Señora, mereces tal respeto;
y amarte no podría a menos precio.
Pero, detrás de mí, yo siempre escucho
la carroza del tiempo, inexorable:
y allende de nosotros se dilatan
desiertos de la vasta eternidad.
No tendrás todo el tiempo tu belleza,
ni habrá de resonar en tu sepulcro
el eco de mi canto: pues gusanos
probarán tu inmortal virginidad:
tu honor sin par se habrá tornado polvo;
muertas cenizas todo mi deseo.
La tumba es un lugar íntimo y bello,
pero creo que allí nadie se abraza.
Por eso, ahora, cuando un fresco tinte
vive en tu piel cual matinal rocío,
y mientras tu alma diáfana transpire
por cada poro fuegos instantáneos,
vámonos a gozar mientras podamos;
como amorosas aves de rapiña,
devoremos al punto nuestro tiempo,
en vez de perecer entre sus fauces.
Envolvamos, pues, todas nuestras fuerzas,
nuestra dulzura toda, en una esfera:
nuestros placeres, bastos, adentremos
por el portal de hierro de la vida.
Si parar no podemos nuestro sol,
al menos obliguémoslo a correr.
Estaba por terminar esta publicación y me puse a revisar canciones que había reproducido hace tiempo en Spotify, y apareció “Wild hearts run out of time”, de Roy Orbinson, también fallecido. La escuché con atención y me dí cuenta que trata el mismo tema que el poema, solo que sus necesidades son menos terrenales, más emocionales. Me puse a investigar un poco y supuestamente la escribió imaginando una reunión de Marilyn Monroe, Joe Dimaggio y Albert Einstein en un cuarto, tratando de comunicarse con Marilyn antes de que muera.
Roy Orbinson perdió a su esposa muchos años antes de escribir esta canción, en un accidente de motocicleta. Tal vez también estaba pensando en ella.
Parte de la letra:
You’re gone again this morning.
How long will you keep running on and on.
Can’t you see the warning.
I need you more than ever.
Before you’re gone forever.
Please don’t let your heart run out of time.
Te has ido otra vez esta mañana.
¿Cuánto más seguirás corriendo?
¿No puedes ver la advertencia?
Te necesito más que nunca.
Antes de que te vayas para siempre.
Por favor no dejes que tu corazón se quede sin tiempo.